El entierro sería a las doce en punto. Se dio aviso sólo a unos cuantos. No quería condolencias ni teatros plañideros. No había lugar para artificios de duelo. Su hijo se había suicidado en la casa de ella y el futuro del chico, su enredado paso, quedaba cercenado irreparablemente.
No era la primera vez que estaba implicado en asuntos policíacos. En numerosas ocasiones lo había ido a rescatar de trifulcas callejeras, tirado en algún parque, ahogado en alcohol o en drogas. En la vida de su hijo la oscuridad impuso su marcha desde muy temprano. El teléfono sonaba a las tres o cuatro de la madrugada y había que vestirse e ir a sacarlo de la cárcel, pagar fianza o sobornos. Una vida de sobresaltos, de intrigas, de excesos y de infinitos reclamos. ¡Tú tienes la culpa de lo que me pasa, mamá! Así acababan los dramas, las desintoxicadas reconciliaciones, los tratamientos psiquiátricos.
Pero esta vez había ido muy lejos. Esta vez, a diferencia de muchas otras, su madre no podría solaparlo, mucho menos ser su cómplice y salvarlo. Había participado en un homicidio y la ley lo llamaba a rendir cuentas. Esa mañana lo vio descompuesto. La madre agradeció que amaneciera en casa y también no haber tenido que ir a sacarlo de algún embrollo. Al escuchar el timbre el joven se sobresaltó. Mientras la madre se dirigía a ver quién tocaba, y, a la respuesta de: ¡policía!, el chico se escondió en el balcón. Al ver entrar a tres uniformados con pistola en mano, trepó al barandal y saltó desde el sexto piso. El grito famélico del suicida aún la resquebraja.
La madre se quedó inmóvil. Anclada a su pena, con la mirada petrificada de tanta sal amontonada. En estado de total estupor, no corrió al balcón ni bajó apresurada los seis pisos. No gritó desesperada ni pidió auxilio ni llamó a la ambulancia. Ahí, en ese momento de parálisis y total agotamiento, atrapada en lo inasible de los porqués y los cómos, quedaba silenciado para siempre el eco de todos los codiciados todavías… un nuevo doctor, tratamiento, medicina, sanatorio. Ahí el crujido ancestral de la madre se estrellaba contra la sombra violenta del hijo. Ahí quedaba ensartado su último dardo en el corazón ya incinerado de ella. Se clausuraban para siempre las profusas noches de sobresalto y espera interminable.
Luego vinieron los preparativos. El rito de lavar el cuerpo, disponerlo. Ahí tendido, listo para su entierro, la madre admiró la belleza destrozada de aquella inmovilidad. No más angustia ni temor en esas noches sonámbulas. No más desconsoladas llamadas a delegaciones, Cruz Roja, hospitales.
No se le avisó a casi nadie. Ella así lo dispuso. Sólo algunos más de los diez hombres requeridos para el Kádish. A quienes osaron acercarse conmovidos por su desgracia y que, trastornados derramaron su llanto sobre ella, les dijo con el desgarro y la aspereza de una madre que ha perdido a un hijo: no llores tu miedo en mi hombro. No estoy yo para consolarte.
Al acabar el sepelio, ahogada ya la estridencia de la incertidumbre, ella se paró al centro de la menguada concurrencia y dijo: Hoy duermo tranquila. Hoy sé dónde está mi hijo.
36 Responses
Huyyyy que tragedia ‼️‼️‼️Y después del terrible evento viene el final inesperado e irremediable.
Conclusión…
Atrae y horroriza al mismo tiempo y pude sentir el descanso de la madre.
Gracias, querida!
Atrae y horroriza hasta qué extremo una madre puede vivir con la espada de Demócles amenazándola! Muchas gracias por tu comentario!
“con la mirada petrificada de tanta sal amontonada”. Esta frase ya quedó marcada para siempre en mi espíritu.
El dolor de una madre viviendo en un limbo entre el sí y el no sin refugio en el cual dejar descansar al corazón . La idea más terrible que nos presentas querida escritora es sin duda el haber encontrado ese lugar desde la paz de la muerte inevitable de su hijo.
Vas poniendo palabra tras palabra con cadencia, vas abriendo y desmenuzando los hechos y concluyes con el grito ahogado de una implosión que me ha dejado también petrificada.
Bravo!!!!
Gracias, Marianela!
En efecto, es una historia de parálisis y de descanso de un estado agotador y brutalmente destructivo!
Qué dice uno ante tal brutal historia. Y qué decirle a esa madre al darle el pésame. Me impacta profundamente esta historia, tu capacidad para capturar en unas cuantas líneas el infierno de toda una vida. El infierno del suicida. El infierno al que abre ese suicidio. Eternos el primero, el segundo y el tercero. Lo eterno es propio del infierno.
¡A lo que estamos expuestos los padres, los abuelos!
Y, a lo que nos exponemos tus lectores.
Me llevas a reflexionar sobre la función original del arte: recursos para afilar nuestra capacidad como psicólogos naturales al ser expuestos en forma protegida—ficticia—a posibilidades de las que nadie estamos excentos.
Gracias, Daniel,
En efecto, no hay palabras, sólo la más honda empatía. Nadie está exento, nadie. Y sí, la imaginación artística es brutal.
Historia que desgraciadamente me tocó presenciar una y otra vez en el barrio donde viví mi niñez y adolescencia; haciendo un recuento y sin temor a equivocarme, por lo menos el 50% de mis vecinos / conocidos / amigos que éramos prácticamente de la misma edad, o murieron en un accidente o por sobredosis o terminaron en la cárcel o en alguna institución de salud mental.
Dada la relativa cercanía que tenia con las respectivas familias, al verme de frente con sus resignadas madres las percibía como tú perfectamente lo mencionas “atrapadas en lo inasible de los porqués y los cómos”.
A esas madres se les notaba esa relativa paz que sin embargo, acusaban la inevitable introspección de “algo hice mal, lo pude haber evitado”.
Magistral relato querida Vickyta, como siempre, me transportaste a ese lugar y con esas desdichadas personas.
Qué alarmante lo que cuentas, Jaime!
Dios de mi vida, cómo se pueden evitar estas tragedias. De pronto la situación ya se nos salió de las manos. Muchas gracias por compartir tu experiencia.
Cómo siempre, mi Vic, eres una artesana de filigrana de la palabra.
Me recuerda la reacción de una buena amiga que, desgarrada al encontrar a su hijo bipolar colgado del barandal del 2o piso en su casa dijo, por fin cayó el otro zapato. Por fin puedo descansar….
Lo q más me alucina siempre con tus escritos es cómo tienes la mente en esos temas crudos, no imagino cómo te sientas a imaginar esas historias desencarnadas, zarandeadoras, rasgantes…
Te lo he dicho antes: Eres una bestia para escribir! Bravo!
Las historias que llevamos enquistadas, Shu! Lo que cuentas del hijo de tu amiga, es desgarrador. Y no queda más que aceptar que el dolor es de quien lo padece y cada quien, finalmente decide.
La incertidumbre, fuerza corrosiva por excelencia, dejò de repente de existir para la menguada madre. Liberaciòn, pero al mismo tiempo dolor infinito por no haber encontrado la soluciòn- tal vez imposible- para salvarlo oportunamente. Y la invitaciòn para no llorar nuestro miedo en su hombro que no estoy yo para consolarte, desgarra hasta la màs acerada fibra del espìritu. Pobre madre que ya podrà dormir-morir tranquila. ¡Què historia tàn sacudidora!
Hacìa tiempo que no te leìa, Vickita , pero pienso siempre en ustedes. Te prometo que retomarè el hàbito. Besos
Jaime querido,
Ya me hacían falta tus comentarios. Cuando renunciaremos los padres a ese impulso omnipotente. Queremos resolverles todo, incluso el destino que se trazan con sus propias manos. Y sí, los hijos, los que conocen todas nuestras debilidades, nos herirán aún si es causándose la muerte.
Buenísimo! Vicky eres una maestra de la palabra!
Te quería decir que también me gusta leer los comentarios que recibes. Tus seguidores también escriben muy bien!
Que compañía!
Gracias, Jacky! En efecto, los comentarios de ustedes siempre agregan y completan las historias.
Buenísimo! Vicky eres una maestra de la palabra!
Te quería decir que también me gusta leer los comentarios que recibes. Tus seguidores también escriben muy bien!
Tu magistral historia me llevo a la pregunta :porque queremos ser madres?..cuando sabemos de “esa vida de sobresaltos,intrigas,excesos y de infinitos reclamos” ..como Tu bien nos cuentas… igual pensamos eso no me llega no es para Mi es para otras…La vida es bella aunque a veces inentendible y duro transitarla, gracias Vicky por mostrarme estas duras realidades que también existen!
Magui, querida,
Tantas veces me he planteado esa pregunta. Será que antes de ser madres o padres, ignoramos el sufrimiento que un hijo nos puede infringir y sobre todo, la infinidad de errores que podemos cometer.
La brevedad siempre pegada a la fuerza en todas tus historias Y ésta no es la excepción.
El impulso de tu escritura es sorprendente, resuelve en cada rincón de la lectura.
La desolación en ésta historia, parca y contundente. Estremecedora. Nos llevas a laberintos y paraísos.
Gracias, Linda,
En efecto, desarrollar la historia con unos cuantos pinceladas y dejar que el lector la complete.
Me falto decir muchas felicidades Vicky.
Muchas gracias!
Vicky, querida, es una historia estremecedora. No es la manera como las madres esperamos que terminen nuestros hijos. La vida es triste para esa pobre madre, no se anticipa una felicidad para ella en el futuro. Solo oración y resignación podrán menguar su sufrimiento. Una historia breve y muy significativa!
Qué gusto verte por aquí, querida Nancy.
En efecto, es un alivio que le pesará para siempre!
Este texto es muy fuerte, magistral la manera de escribir. Un texto con el que me queda una profunda reflexión antes de dormir. Saludos.
Muchas gracias, Camila,
Espero no te haya quitado el sueño.
“La madre se quedó inmóvil. Anclada a su pena, con la mirada petrificada de tanta sal amontonada. En estado de total estupor” Algo muy fuerte, ser madre es una montaña rusa emocional para toda la vida. Excelente texto, me gustó mucho.
Muchas gracias por tu comentario, querida Erica,
Los estereotipos y expectativas hacia una madre y su fuerza, son infinitas. Aquí, el alivio de escuchar una verdad dolorosa. El descanso, al fin, de un sufrimiento que no paraba.
El suicidio es de lo más doloroso e incomprensible. Aun así, siempre será fundamental que se siga hablando del tema.
Totalmente de acuerdo, Pao,
Cerrar los ojos y taparse los oídos, no nos exime de la responsabilidad de abrir nuestros corazones.
Gracias, Pao,
Un tema escabroso y lleno de aristas. El suicidio. De quien es nuestra propia vida. Hasta cuando, el sufrimiento.
Me llego mucho. Mi corazon sufrio al leerlo. Puede seceder en cualquier familia. Por que no’s haces padecer con relatos tan tristes.
Fallo, querido!
En efecto, nadie está a salvo. Y aún así, a veces nos olvidamos. Para eso está el arte, y tú mejor que nadie lo sabe, para abrirnos el corazón.
¡Fuerte! Hoy he compartido este texto en mis redes, el mundo de la maternidad tiene millones de matices. Felicidades por este texto. Saludos
Muchas gracias, Yeniza,
La maternidad, un tema infinito. Gracias por compartirlo en tus redes.
Felicidades por este texto, excelente escritora. La maternidad con todas sus aristas es un tema del que siempre será necesario hablar.
Muchas gracias por dejar aquí tu comentario.