El amor susurra, ríe, sacude, traiciona,
festeja, envidia, auxilia, obstaculiza, todo lo puede,
afianza la Necesidad insaciable
pero sobre todo
injerta en sus víctimas el vicio de la convivencia
Benditos desamados míos,
jamás lograrán abrir mi convaleciente herida
ni ahondar congénito mi desconsuelo
ni desgajar el desconcierto con el que resiento la vida
Un desconocido no agita la nostalgia del plumaje habitual de domingo
ni zozobra tus anhelantes sueños ni cruje con la punzada de poseer o ser
poseída; ni ofende ni decepciona ni exige
no clama venganza o sumisión rencorosa
ni agrieta tu hambre, tu sed ni serena ni desconsuela
El amor cobija, es témpano, es condena y absolución perpetua
En el mejor de los casos, misterio,
pero sobre todo
es culpa
benditos desamados desconocidos
ignotos míos
jamás lastimarán mi quebrantable espíritu
ni romperán mi flaco corazón en mil pedazos
Vicky Nizri
2 Responses
Suficiente tenemos con los que amamos para darle entrada a otros que tengan llaves y sepan como, cuando y donde atraparnos, convencernos y a veces herirnos con puñales y flechas que matan…amores que matan y duelen, que nos hacen sentirnos vivos a ratos pero que provocan sobresaltos en el corazón, lágrimas de colores, cicatrices queloides….
Sí, queridísima Marianela, en cierta forma es darles entrada, pero en una mucho más sutil, es descubrirlos, conocerlos, saber por cuales caminos te rondan.