Mis queridísimos colifans, Ha llovido en estos días. La humedad apaga el fulgor blanco del borde del nido y lo hace menos antojadizo. Al menos para aquellos de nosotros que saboreamos las delicias de la crema batida. Hoy descubrimos que ese hermoso borde blanco se ha convertido, a lo largo de la meticulosa e incesante construcción, en una compuerta secreta que esconde, estratégicamente su tesoro.
Sopla un aire helado y Julieta navega el viento montada en su balsa de telarañas y vara. El nido entra y sale de cuadro, algunas veces con más propulsión que otras. A la joven colibrina no parece alarmarle el clima adverso. Ni pánico ni falta de estilo durante los violentos zarandeos de su casa. Es más, si en medio del airado oleaje logra cazar un insecto con su larguísima lengua, se da por bien servida.
Daniel y yo tememos. ¿Qué pasaría si una ráfaga derribara el recinto? Nos invade un ímpetu omnipotente de salvaguardarla. ¿Qué tal si le ponemos uno de esos paragüitas tipo chino que ponen en los martinis?, ¿o quizás una micro cobija para atajarle el frío?, o una red que proteja a los polluelos de una mortal caída.
Nuestra valiente madre no pierde el tiempo especulando posibles naufragios. En el supuesto caso que volviera de una de sus dulces incursiones nectariles o algodoneras y encontrara su rama vacía, se daría a la tarea sisífica de comenzar uno nuevo; sí, uno nuevo tantas veces como sea necesario hasta conseguir su cometido: perpetuar su especie.
Los que estamos en la olla somos Daniel y yo. Con eso de que ya le pusimos nombre y esperamos con ansia el advenimiento de sus argonautitas, la idea de una catástrofe nos aflige.
¿Habrá sido esta la razón por la que estaba archi prohibido, en el autoritario reglamento del Paraíso, probar el codiciado fruto del conocimiento?
Hasta aquí por el momento.
San Diego, febrero 20 2014
4 Respuestas
Me fascinan los colibríes son criaturitas maravillosas con plumajes iridiscentes de multitud de colores.
Vivimos rodeados por ellos. Son criaturas valientes y muy juguetonas. En la cosmogonía prehispánica eran considerados protectores de los guerreros y mensajeros de los dioses.
Tocaya la naturaleza inspiración de los que estamos enamorados de sus bendiciones sobre todo cuando nos todo aquellos que acarician nuestra imaginación
Un abrazo tocayita, qué gusto tenerte por aquí. Muchas gracias por tu comentario. En efecto, es del amor de donde nace el deseo de escribir y describir lo que nos asombra y nos llena de misterio.